jueves, 11 de julio de 2024

CAPITULO 4: MANAWEE

    El Hombre Salvaje busca a una esposa de debajo de la tierra, pero nada le gusta más a la mujer salvaje que un compañero que se le pueda igualar. Sin embargo, los hombres no están muy seguros de comprender la naturaleza de la mujer; les es difícil entender que las mujeres desean ejercer soberanía sobre su propia vida. Aquellos que se esfuerzan por comprender la forma de ser y actuar de la mujer serán para siempre compañeros y amantes de la mujer salvaje.**

Manawee

    Manawee era un hombre que deseaba casarse con dos hermanas gemelas, pero el padre de las jóvenes le impuso una condición: debía adivinar sus nombres. Manawee intentó varias veces sin éxito, hasta que su perro, en una visita a la casa de las hermanas, escuchó sus nombres. Sin embargo, el perro se distrajo y olvidó los nombres en dos ocasiones. Finalmente, se concentró, volvió a escuchar los nombres y, mientras regresaba a casa, fue atacado por un desconocido que quería los nombres. El perro logró escapar y contó los nombres a Manawee, quien, agradecido, fue a la casa de las jóvenes, dijo sus nombres y pudo casarse con ellas. Vivieron felices junto con el perro durante muchos años.


La adquisición de la fiereza

    En el cuento de Manawee, un desconocido sacudió al perro y le gritó: "¡Dime los nombres! ¿Cómo se llaman las jóvenes para que yo pueda conseguirlas?" Para el desconocido, lo femenino era una posesión que deseaba adquirir y nada más. El perro logró defenderse y escapar del desconocido. Tanto en hombres como en mujeres, esto simboliza lo que ocurre en la vida cuando algo externo trata de hacernos olvidar nuestra verdadera esencia. Siempre hay algo en la psique que intenta robarnos los nombres. Una vez terminada la batalla, comprobamos con asombro que el perro no ha perdido los nombres, pues la pelea era por el conocimiento de lo femenino salvaje.


La mujer interior

    Las mujeres a menudo se cansan y se ponen nerviosas esperando que sus compañeros las comprendan. Si una mujer desea que su compañero responda adecuadamente, tendrá que enseñarle el secreto de la dualidad femenina, haciéndole dos preguntas aparentemente sencillas que lograrán que se sienta vista, oída y conocida: "¿Qué es lo que quieres?" y "¿Qué es lo que quiere tu yo profundo?" Para amar a una mujer, el hombre debe amar también su naturaleza indómita. Si la mujer acepta a un compañero que no sabe o no puede amar su otra faceta, sentirá que ha sido desarmada y tratará de arreglarse como si estuviera averiada. La tarea salvaje del hombre es, por tanto, descubrir los verdaderos nombres de la mujer y no utilizar este conocimiento para ejercer poder sobre ella, sino para captar y comprender la sustancia numinosa de la que está hecha. Dejarse inundar, sorprender, escandalizar e incluso atemorizar por ella. Mientras que una de las dos naturalezas de la mujer se puede llamar Vida, la hermana "gemela" de la vida es una fuerza llamada Muerte. Esta fuerza es una de las dos púas del tenedor magnético de la naturaleza salvaje. Aprender a nombrar ambas naturalezas lleva inevitablemente al encuentro directo con la calavera desnuda de la naturaleza de la Muerte.

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